miércoles, 1 de julio de 2009
Pasado: Nacimiento
Por primera vez dejó que el sueño la alcanzara y sus labios se abrieron para sentir la lengua fría de aquel ser vestido de vacío y eternidad.
Ella reposaba su cabeza entre las raíces de un árbol. Él reposó su cabeza en el pecho de aquel cuerpo cálido.
El abanico de pestañas grieses se cerró ocultando los ojos de fuego y hielo, que hasta ese momento habían velado por la creación de los colores del mundo.
Y el mundo, al saberse vulnerable sin la mirada de su Madre, comenzó a perder lo creado.
Todo parecía morir, mientras ellos dos se amaban secretamente en el sueño inalcanzable por aquel mundo mezquino, que solo la quería para sí.
Es así que comenzó la primera Era de Otoño, donde yo nací.
Los árboles cambiaron (perdieron, dirían ellos, siempre exagerados) su color, las flores murieron, aparecieron esas frutas raras y escasas que todos rechazaban con miedo, y los pájaros (¡los pájaros!) se fueron a un lugar lejano, aparentemente para no volver nunca más. La Era de Otoño parecía más terrible que la Antigua Era de Invierno.
Parecía una muerte lenta y agonizante, donde ves al otro perder su color y el otro te ve perder el tuyo... y nadie puede hacer nada.
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