miércoles, 6 de enero de 2010

Presente: Depósito de Sueños


El lugar estaba abarrotado de colores de cielos de tormentas, de atardeceres, de noches lunares, de espíritus imaginados y vivos, de voces de timbres increíbles, de música de ensueño... lo inundaban seres increíbles, libros escritos de palabras dichas, de ideas volátiles pensadas en un otoño oscuro, de primaveras hechas jardines de hojas, de flores secas, de sonrisas y besos... caían a raudales recuerdos hermosos, alegría de años pasados, juegos olvidados por los ficticios estados de madurez, belleza en las cosas simples de los detalles más importantes...

El lugar parecía un bazar a punto de reventar, enquilombado, confuso... pero solo para los ojos que no supieran ver.
Si uno miraba bien, cada cosa estaba en su lugar y podía encontrar su rincón favorito donde reposar tranquilo y ver las miles de maravillas de ese lugar que robó elementos de las páginas de las Mil y Una Noches, de algún cuento de Asimov, de sombras pintadas por Poe y Lovercraft, de una Alicia que perseguía al conejo por los espejos y se detenía a jugar a ajedrez con caballeros de armaduras doradas, con seres que le enseñaban magia traída de tierras escondidas.

Seres oscuros se movían cual sombras, pero sus ojos y sus sonrisas brillaban en los rincones, buscándose, peleando, riendo, amándose descaradamente tras algun biombo olvidado, sacando sus armas y enfrentándose con el ardor de la pasión aún en los labios mordidos. Vampiros rondaban los baúles, ataúdes, cajones, cajitas y espejos en los que no podían verse. Hermosas criaturas, bellas mujeres, creaciones de papel se desgarraban para volverse reales y poder volar libre entre las pupilas de los transeúntes.

Era todo un mundo aquel lugar, donde podías encontrar la esencia misma de la creación, de la belleza de lo simple, fuente de ideas, nacimiento de sensaciones, vorágine de magia perdida por los humanos, humo de saumerios que formaban palabras y figuras, un cigarro encendido que apestaba los libros, vómito constante de palabras sin decir, sin escribir, sin dueño.

Miré tristemente aquel hermoso lugar, mágico, único... con tanta vida propia.
Sus dueños se empecinaban en echar sombras a lo que creaban allí dentro y cerrar con llave aquel Depósito de Sueños.