sábado, 20 de marzo de 2010
Pasado: Ser del Viento...
El problema de ser un Ser de Aire es que en algún momento tu esencia se vuelve de aire mismo…
Y como fui antes cuerpo y alma en una hermosa y perfecta conjunción de estos dos elementos y mi vida fue triste y alegre a la vez en la tierra, rodeado de mis hermanos y hermanas, mi mente espiritual no se dejó llevar solo por el viento de los ocho puntos, por los de los mares y montañas, por las brisas calientes de los desiertos y los de las frías estepas de pasto abundante o por las ráfagas y huracanes.
En un momento de mi existencia como alma que lleva el viento (literalmente hablando… aunque ustedes, humanos, no se si lo entiendan correctamente, ya que son la aleación imperfecta de un alma empequeñecida por un cuerpo demasiado emperifollado*), decía, en un momento de mi existencia entre los miles de vientos noté algo que no muchos notaban: es muy bonito ser parte de las auroras, de los amaneceres, de las nubes, de los cielos… pero es aún más privilegiado poder abarcar el cielo y la tierra**.
Desde allí arriba mi visión de la tierra que amé era perfecta, podía ver sus cambios, sus necesidades, sus tristezas y sus fiestas, sus nuevos seres y sus seres viejos. Los que recién nacían, los que renacían, los que se iban a dormir.
Bajé un poco para verlos más de cerca y el viento que traía el aroma de las estrellas se me acercó:
-¿A dónde vas, parte de mí ser, que bajas hacia la tierra que no ve bien las estrellas, la luna, el sol?
-No me voy tan lejos, viejo pesado, simplemente quiero acercarme a oler también el aroma de la nieve en las montañas. No jodas, ¿quieres? Las galaxias son muy bonitas, recuerdo haberlas visto, tirado en el mullido pasto, azul a estas horas de la noche, contando innumerables almas que se cruzaban en una danza lentísima de movimiento universal… pero hermosa.
-Desde aquí ves más de cerca esa danza… -me dijo en tono complaciente, pero se sentía el huracán muy cerca…
-Pero no siento el pasto bajo mi espalda.
Y bajé deprisa, noté que comenzaba a tomar forma de algo, al alejarme de los vientos lejanos***.
Rocé las nubes por primera vez en mucho tiempo y me di cuenta que había olvidado que no eran simples volutas de aire hecho humo, sino que había tanta vida allí como abajo había seres. El aroma a cristales de agua, a nieve naciente, a hielo condensado, a seres de agua, era como sentirse vivo y volver a nacer. Me puse a hacer formas en las nubes rápidas, a desaparecer y volver a aparecer como volutas que dan vueltas sobre sí mismas.
Me reía de sólo saber que abajo había alguien adivinando mis formas, sonriendo distraído, disfrutando del espectáculo. Sabía que podría hacer sonreír a alguien. Que más que ser aire que vaga de un lado a otro, distraído, indiferente, era parte de la tierra, estaba cada vez más cerca, era alguien que daba motivos para activar la imaginación, ser parte de un comentario, de una risa, de una inspiración nacida en la mente melancólica de alguna poetisa trágica.
Descubrí que el cielo es más que aroma a estrellas, a nube, a agua en mil formas. También era dibujos de un pincel que todos conformábamos allí.
Recuerdos violentos me sacudieron, de cuando era el último hijo del Otoño. Recordaba las tardes de joyas de color ocre, rojo cual labios de Hija de la Primavera, naranja como las frutas perfumadas del árbol de la colina, amarillo pálido como los ojos de mi amante favorita, más el celeste grisáceo de los mares de nubes, de los plateados igual que la mirada del viejo Invierno…. una tristeza alegre exaltaba en mi corazón al ver las pinturas de aquellas miles de manos suaves que surcaban nuestras miradas cuando levantábamos el rostro para sorprendernos con un nuevo cielo… tan diferente al de ayer…
El cielo en sí, era aire puro, pero ese aire ya no brillaba como diamantes de una galaxia lejana… era condensado por los elementos de la tierra y allí brillaba la vida en mis colores y aromas que me ahogaban y que me permitían ver más de cerca el mundo que adoraba.
Logré acarrear nubes hasta donde las palmas oscuras de unos hermosos seres se elevaban clamando agua para curar sus labios quebrados de tanta sequía.
Pinté de mil colores un atardecer como fondo del más hermoso Árbol Viejo de la tierra, para que los jóvenes que jugaban a inmortalizar momentos con sus manos y pigmentos, pudiera acariciar con sus tinturas aquella imagen que dejaban impregnada en sus papeles.
Lloré con mil viudas convocando tormentas y las reconforté organizando millones de hileras de seres de agua, para que creáramos los más hermosos arcoiris (he de admitir que me acerqué a besarlas, como la despedida del amante dormido).
Creé cientos de charcos para que los animales bebieran, cuando ya el agua era una esperanza que se desvanecía.
Acaricié los rostros de los amantes abandonados, con delicados soplos.
Me di cuenta que volar en aquellos cielos perdidos, no significaba perderse uno mismo… podía ver desde un lugar privilegiado las grietas que se iban formando en un mundo cada vez más imperfecto.
Sanar las almas renacidas de mis hermanas y hermanos se volvió mi objetivo…
Quizás fue la primera (y única) vez que mitigué mi egoísmo y dejé de concentrarme solamente en soltar mi espíritu a la decisión de los vientos. En dejar las comodidades de observar las estrellas, acostado en corrientes lejanas, que ya olvidaban a los seres de la lejana tierra.
De noche solía recostarme en la nube más mullida que encontraba a observar el nacimiento de las estrellas y el venir de la hermosa Luna. Y cuando los rostros brillantes de todas ellas estaban a mi lado, juntos nos poníamos a observar a los seres de allí abajo.
Podía verlos.
Podía ver lo que ellos no lograban ver a la altura de sus narices.
Podía ayudarlos simplemente por poder observar sus almas de fuego, brillando allí abajo.
Podía sanarlos, aún siendo un ser errante de los mil vientos.
Notas mías y solo mías, para ustedes, humanos, que a veces (pobres, no comprenden nada:
*Ja, cómanse esa palabra, ¡babosos!
**Suena a proyecto ambicioso, ¿no? Humanos… ¿cuando van a comprender que su pobre capacidad mental está muy anclada a su pobre cabeza?
***No, no me equivoqué (nunca me equivoco y si lo hago, es adrede… para confundirlos). Es una redundancia literaria, humanos, queridos, niños, pequeños… pulgas de gato sarnoso…
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